martes, 24 de febrero de 2015

Que hacer ejercicio no sea un suplicio

Artículo elaborado por: Fátima Breña Casco 
Licenciada en Medicina por la Universidad de Salamanca


¿Cómo van esos propósitos de año nuevo?
Tras la vorágine de cenas de empresa, comidas con la familia, copas de Nochevieja... llega el día 1 de Enero (mejor dicho el 7, tras terminar con las sobras y el Roscón de Reyes) y mucha gente se crea el firme propósito de convertir esos kilitos de más en materia magra 0% libre de grasa, es decir, hacer ejercicio para compensar los excesos. 

Esta es una meta muy lograble, siempre y cuando para empezar, tengamos claros dos preceptos: “Roma no se hizo en un día” y “la casa no se empieza por el tejado”. Vamos allá.


En primer lugar, debemos tener en cuenta el estado del que partimos: no es lo mismo llevar unos meses sin hacer deporte, que llevar 10 años. Para esto, lo mejor que se puede hacer es contactar con un profesional titulado, bien sea del ámbito del deporte o en personas con riesgo cardiovascular o enfermedad pulmonar, con un médico, para así asegurar que nuestra preparación va a empezar de manera correcta y acorde a nuestro nivel.

Lo siguiente que se debe hacer, es decidir la actividad o deporte que queremos realizar. Si nos decidimos por el gimnasio, hay que estudiar bien lo que ofertan (actividades, horarios, disponibilidad de monitores que orienten, localización...) y elegir en función de nuestra demanda, porque aunque el entusiasmo del principio nos puede hacer pensar que nuestra voluntad es férrea, con el paso del tiempo, si nos es difícil compaginar gimnasio con nuestra actividad diaria, es más fácil que abandonemos.



Un error frecuente es pagar un año entero, “porque así me obligo a ir” y al final nos podemos convertir en meros “accionistas”. Un truco para no abandonar, a parte de escoger actividades que nos gusten y motiven, es buscarnos un “compañero de fatigas”, alguien que conozcamos que vaya habitualmente o entablar amistad una vez que empecemos, para ello vienen muy bien las clases grupales ya que se suele coincidir siempre con la misma gente.

También está muy de moda el running, una muy buena opción si empezamos poco a poco y sin querer correr en un mes una maratón. De cómo empezar a correr hablaremos en otro post.


Una vez metidos en “faena”, el primer obstáculo con el que nos vamos a encontrar al poco de empezar son las temidas agujetas. Porque aparecerán sí o sí. Hasta los atletas de élite las tienen de vez en cuando. No nos deben asustar ni hacer abandonar, las agujetas son la respuesta de nuestro cuerpo a nuevos esfuerzos hasta que los músculos se adaptan. 

Es recomendable, para minimizarlas, estirar siempre todos los músculos que hayamos usado en mayor medida, y aunque nos duela, los días siguientes continuar con el entrenamiento a un nivel más suave, ya que es más beneficioso que no hacer nada, ya que aumentamos el riego sanguíneo de las zonas doloridas. También hay que prestar atención a la hidratación, pilar muy importante para el rendimiento, ya que si la deshidratación es grave puede llegar a acarrear serios problemas físicos.



Lo mejor es hidratarse con agua (el vaso de agua con azúcar para las agujetas es un mito totalmente erróneo) ya que si nuestro objetivo es perder peso, si usamos bebidas ricas en azúcar las calorías perdidas serán recuperadas en un santiamén. Por otra parte, NUNCA hay que intentar sudar más por medio de fajas, bolsas... pensando que así adelgazaremos antes, ya que lo que se pierde es líquido y no grasa, y las consecuencias de esto, como hemos comentado, pueden ser fatales.


Con el paso de los días las agujetas irán desapareciendo y nos iremos encontrando mejor.
Esta felicidad por nuestros progresos nos debe hacer continuar con más ganas con nuestra actividad deportiva y con nuestra dieta, porque sí, hay que hacer dieta, o al menos moderar la alimentación. Es un error muy extendido pensar que por hacer deporte podemos atracar la despensa a placer. En una hora de ejercicio se pueden quemar entre 300 y 600 calorías, lo que viene a ser un plato de pasta y un filete, por lo que no debemos descuidar nuestra alimentación si queremos bajar de peso; hay que buscar un balance negativo, es decir, gastar más de lo que metemos. 

Por ello también es buena idea intentar que nuestra vida, en general, sea menos sedentaria: usar las escaleras en vez del ascensor, ir andando a trabajar... así como todas las recomendaciones alimentarias que se dan a lo largo de los posts de este blog o en la consulta de nuestros nutricionistas, porque no se trata de ponerse una meta de peso o forma física y luego volver a nuestros viejos malos hábitos, se trata de un proceso de cambio, de vida saludable; y el deporte, si se usa bien (otro día hablaremos de los malos usos) nos puede ayudar mucho en este cambio. Mucho ánimo y a por todas...pero paso a paso.

“Antes de correr, hay que aprender a andar.”